Israel, agosto 2015
Alguien decidió, al fin, tirar sus casetes a la basura. Allí, desparramados entre los desechos de los que ahora son parte, han perdido todo rastro de singularidad. Uno se pregunta qué memorias habrá tirado esa persona, cuántas historias habrá dejado detrás, en qué momento decidió dar un salto hacia el presente. ¿Los habrá sustituido por nueva música o solo por una versión más tecnológica de la misma? No puede uno evitar pensar en el paso del tiempo, en cómo lo cotidiano muta constantemente en pasado. Y luego piensa: un casete es después de todo un objeto y un objeto es un objeto es un objeto.
Caracas, enero 2010
En el autobús un jovencito llevaba una cadena con un casete como medalla. En un primer instante, el objeto fuera de contexto me resultó tan ajeno que no pude reconocerlo. Cuando al fin logré ver en aquella joya una cosa que alguna vez me fue familiar, no pude evitar pensar en cómo el paso del tiempo puede transformar en una reliquia para llevar colgada algo que por décadas fue cotidiano. Habría que moverse con el tiempo, si algo así es posible. ¿Es posible?