Crecida a la buena de las telenovelas, cada vez que un nuevo personaje entra a mi vida inevitablemente comienzo a preguntarme acerca de los “nudos” de esa “historia”. Pero comencemos por algún lado: primero que nada, ¿de dónde sino de una trama dramática sacamos que alguien “entra a tu vida”? Nos gusta el lenguaje almibarado para describir cualquier cosa que pretendemos o soñamos trascendente; lo obvio es que atravesamos los mismos pasillos quién sabe con cuánta gente, y en algún momento inevitablemente nos tropezamos unos con otros, por una u otra razón.
Algunos se van, otros se quedan; la mayoría pasan apresuradamente. Claro que hay gente efímera que se queda; otros están años en tu vida y desaparecen casi sin dejar rastro; algunos más van y vienen, entran y salen cuando quieren, sin que nadie parezca poder o querer evitarlo.
Pero es tan tentador preguntar “de qué va la cosa”. ¿Cómo evitar tejer una trama a como dé lugar, anticipar si seremos los protagonistas de la historia, o apenas un personajito secundario, uno de esos que muere en el tercer capítulo porque no la pegó con el público? Y mientras tanto estás aquí, quizás invirtiendo precioso tiempo en un episodio que en el capítulo cincuenta desenlazará en que cada uno toma su propio camino como en las telenovelas “de avanzada”.
Me gustaría pensar que el guionista principal pone en tu vida cierta gente por alguna razón; que cada encuentro sucede para algo y por algo, aunque nunca lleguemos a conocer esos detalles. Me gustaría pensar que cada “episodio” de nuestra vida responde a una “trama” mayor, a un para qué, sino trascendente al menos con algún sentido.
Entre tanto, la vida sigue su curso, sin ensayo, un perpetuo estreno de capítulos que han vivido una generación tras otra y se nos presentan siempre inéditos. ¿Otra trampa del guionista? Al fin de cuentas, puede que no haya ningún objeto en encontrarse con alguien, puede que nadie haya dispuesto nada; pero no se es ser humano si no se tiene una mínima curiosidad por el conocimiento, por ir más allá de las propias fronteras, cada vez un poco más lejos, por retar los propios límites. Y el otro es siempre esa oportunidad.
El otro es todo descubrimiento, especialmente de ti mismo. Por eso cada vez que me viene la tentación de darle rienda suelta a mi misantropía, me levanto y salgo caminar. Hay un mundo allá afuera que se mueve. Y aunque algunas veces parezca que llega hasta la esquina, la panadería, el supermercado, o cuando mucho el cine, los otros te recuerdan que no. No importa para qué están ahí ni por qué. Hay un mundo allá afuera y mucho por descubrir.
fanny me gusta mucho los articulos que pude leer , seguire con detenimiento tu blog , felicidades !!
Alejandro, gracias por tu visita. Me has dado una buena inspiración para moverme. Espero verte pronto por fannydades