Una de mis más grandes fascinaciones en la vida es la mezcla de frivolidad e intelectualidad. Creo que cuando estos dos elementos se encuentran casi invariablemente nacen grandes historias, o al menos crónicas pop intelectuales.
En los últimos años hemos presenciado la rosada historia entre la reina de corazones y el escribidor, que tanto ha dado que hablar y cuyas aristas parecen ser infinitas. Así que sería tarea imposible dar siquiera mínima cuenta de ellas. Entre las crónicas que más me han gustado está la “irreverencia” de Vargas Llosa al presentarse con una ropa arrugada y la camisa por fuera al concurso ‘MasterChef Celebrity’, como supuesto miembro del equipo de cheerleaders de su hijastra. Una actitud que puede tomarse como provocación a la dictadura del bien puesto de su novia de entonces o simplemente el dejarse ser de la persona mayor –y además famosísima, en este caso– a la que ya no le importa lo que opinen de su aspecto.
Otras de las aristas, que en realidad es una historia por sí misma, es la supuesta millonada que Vargas Llosa le saca a su estatus de escritor consagrado y Nobel de literatura.
La periodista Pilar Eyre hizo una reseña de las distintas fuentes de ingreso del escritor, sus contratos editoriales y la conferencia por la cual en 2018 el escribidor cobraría un millón de dólares por presentarse ante una audiencia de millonarios (o “ricachones”, periodista dixit).
Personalmente, siempre he sido simpatizante de la posición política de Vargas Llosa. Y el hecho de que un escritor cobre por compartir sus ideas –y su presencia– despierta todas mis simpatías. Creo que, quizás sin saberlo, el escritor ha legitimado el derecho a cobrar bien por el trabajo intelectual. Nos ha inspirado para que, a nuestro nivel, claro está, aspiremos a ser bien remunerados por nuestros aportes.
El valor de las ideas en un mundo frívolo. O el aporte de las ideas a la frivolidad. En la economía creativa Vargas Llosa y su arrugada camisa por fuera cobrando millones por las ideas es el mejor aporte que la cultura pop ha hecho a la discusión de ideas.
Aunque creo que no ha quedado como un caballero a la hora de terminar su historia de corazones, nos ha dejado la jugosa historia de un intelectual con una señora que ha hecho de la elegancia su gran fortuna. Nada despreciable. Ahora que todo ha terminado, vamos a extrañar estos pequeños escándalos pop intelectuales.
Mientras tanto, vamos a no ser tan doble discurso: los famosos ganan millones por representar marcas, pero si un intelectual de la talla de Vargas Llosa hace lo mismo con las ideas, es blanco de las críticas más demoledoras.
Para mí, el mensaje es claro: las ideas valen, y hay que pagar por ellas. Y si quienes saben de dinero (los “ricachones”) están dispuestos a pagar, quiere decir que las ideas son para ellos una buena inversión.
Tomen nota, escribidores, aprendamos de los grandes. Aunque les aconsejo que planchen la camisa si consiguen uno de estos income sources, porque –al contrario de Vargas Llosa– no andamos como para rebeldías.
Fanny Díaz
Me gusta la frivolidad. Tal vez no esa del corazón y papel couche. Esa, no. Esa me aburre y ni siquiera la considero frivolidad. Igual que el humor. El humor me gusta, pero no todos los tipos de humor. No me gusta los chistes, por ejemplo. Bueno, cada uno tenemos nuestras preferencias y está bien que así sea. Un abrazo Fanny.
azurea20, me encantan tus comentarios. A mí en verdad me gustan más las ideas que la frivolidad. Tengo la fantasía de que esta historia nos atrapó porque tenía ese elemento de sorpresa que da la mezcla de frivolidad con lo intelectual. A mí me aburre bastante la frivolidad por sí misma. Igual con el humor. En eso estamos a mano. Cada uno tenemos nuestras preferencias. ¡Qué bueno! Un abrazo y gracias por la visita. Como siempre, me siento muy honrada 💌