La primera vez que me presenté a un trabajo de limpieza en Israel llevaba mi fiel bolsa Kenneth Cole y una chaqueta Ángel Sánchez. No lo hice a propósito, era mi único bolso apto para un trabajo que no fuera de oficina y aquella chaqueta se había convertido en una suerte de amuleto que me recordaba de dónde venía. Por supuesto, por más que yo hubiera querido creerlo, no era una chaqueta de la firma Ángel Sánchez, sino una pieza de una colección que el diseñador había lanzado en Venezuela para una cadena de tiendas. Pero para mí Sánchez tenía un halo mítico por venir del interior del país y haber triunfado en el exterior. Por eso aquella chaqueta había llegado a ser lo que era.
A la mujer que me recibió no le gustó mi pinta. Sus ojos se deslizaron sin disimulo hacia mis manos, obviamente no acostumbradas a los rigores de un trabajo físico. De inmediato sentenció, sin dudarlo, que no creía que yo pudiera hacer el trabajo. Que aquello era para gente acostumbrada a trabajar.
Esa sí no era mi primera vez. Con frecuencia sucede que no pocos parecen creer que nunca he trabajado, porque corregir libros y escribir no cuenta como trabajo para la mayoría.
Tengo la impresión de que mucha gente cree que si no haces un trabajo físico nunca has trabajado. Estar sentado diez horas frente a una máquina que te come el coco, los ojos y la espalda no es trabajo. No hay disciplina en eso, creen. Me gustaría verlos intentando concentrarse durante horas. Buscando la palabra adecuada hasta que el ojo te comience a temblar, como en este momento. En fin…
Lo cierto es que la mujer tenía razón. Al final resultó que no sabía ni agarrar la escoba de una manera eficiente y me botaron el primer día. Hasta ahí llegó la carrera que iba por fin a convertirme en una obrera útil para la vida “real”. Irónicamente, como si alguien que sabe dirigir las cosas vigilara los acontecimientos, justo al día siguiente me llamaron para trabajar en una base de datos y me convertí en una obrera del teclado. O, mejor dicho, volví a ser más o menos lo que hasta entonces había sido en Caracas.
Y así continué esta experiencia particular, por decir lo menos, que es tratar de explicar ocupaciones que son desconocidas para un montón de gente. Esta vez en otra lengua. Tomemos, por ejemplo, “creador de contenido”. ¿Qué haces? Trabajo en una base de datos como creadora de contenido y optimizadora de palabras clave. Respuesta: 😳🧐 ¿Qué puede decirse de un oficio que no existía prácticamente hasta ayer por la tarde? En Caracas, cuando decía que trabajaba en libros la gente asumía que era secretaria y mi sifrinería me hacía cambiar la realidad para acomodarla a mi gusto. Como la chaqueta Ángel Sánchez que en verdad era de Beco. No aclares tanto, que oscureces, como dicen en mi pueblo.
Un día me fui al shuk y dejé la chaqueta en un puesto de ropa de segunda o quién sabe qué mano. La mujer rusa que la recibió, una auténtica babushka del turbante a los pies, intentó explicarme que no podría pagármela. Cuando le dije que era un regalo me dio una bendición tan sentida que creo que me acompaña hasta hoy. Así intenté dejar atrás mi pedigrí de sifrina para tratar de convertirme en una sabra. Obviamente no lograré ninguna de las dos cosas, pero el intento vale la alegría. La primera es una manera de ir por el mundo de la que uno se hace consciente solo cuando puede mirar la historia personal con cierta distancia. La segunda es una condición que recibes al nacer. Eres lo que eres. Vienes de donde vienes. Cuando mucho podrás optimizar tu condición de no condición. Nada complicado, según se vea. Al final, si no encuentras la palabra que andas buscando, la inventas 🤭😌
Por Fanny Díaz
Cuando se tiene una condición es difícil cambiarla, aunque lo intentes. De la misma manera que si te colocan una «etiqueta» no resulta fácil quitártela.
Buena tarde.
Así es, Azurea. Claro que intentar cambiar una condición puede ser un buen proyecto de mejora personal, a sabiendas de que probablemente solo llegue a ser un buen intento. Lo de la «etiqueta» sí es más difícil, como dices, porque no depende de uno.
Gracias por la visita.
Buena tarde
Me encanta tu forma de contar historias. 🙌💓
Maryluz Rivera, me encanta que te guste mi forma de contar historias y sobre todo que creas que cuento una historia. Esa es la idea pero uno nunca sabe. ¡Gracias por la visita y la lectura!
Excelente relato, me recordaste a mi madre, limpiaba casas pero su atuendo decía lo contrario, compraba sus zapatos en Christian Dior en Matignon (CC Chacaíto), sus manos impolutas con las uñas pintadas de rojo vino hacían creer que nunca había tocado una esponja de fregar, su secreto era que usaba guantes pero limpiaba como nadie, su porte garboso hacía creer lo contrario…. Un abrazo
Arisabel, gracias por compartir con mis lectores y conmigo esa parte de la historia de tu madre. De esas madres aprendí que no importa lo que hagas, hay que mostrar al mundo la mejor cara. ¡Orgullosas de donde venimos! Gracias por tu visita. Un abrazo 🤗💌
Fanny, me botaron de un trabajo de camarera :) pero luego he encontrado un trabajo en una panadería que conservé durante mucho tiempo. Soy mejor haciendo pan que sirviendo a la gente, supongo. Los trabajos poco calificados, como los trabajos altamente calificados, son muy diferentes el uno del otro. Un abrazo y Buena semana!
Carmit, gracias de nuevo por tu visita. Me encantan tus historias. Sí, creo que el servicio directo a la gente es una de las tareas más difíciles, aunque tú lo haces muy bien ahora. No como camarera, claro está 🤗
Adoro tu manera de escribir Fanny Díaz, grandiosa.
Me llevas a unos lugares emocionales sutiles, tristones y luego se devuelven como diciendo «no es para tanto, se sufre pero se goza».
Necesitamos conversar.
Gracias por tus palabras y tu visita, Marietta Perroni. Sí, lo agarraste. La idea es contar la vida para sacar de ahí lo que se puede y seguir adelante. «Se sufre pero se goza». Muy bien dicho. Necesitamos conversar. Dime cuándo
Por cierto, ya sabemos lo que pasó con la chaqueta de AngelSanchezBeco pero ¿qué fue de la fiel bolsa Kenneth Cole?