La mayoría están en la treintena y son hombres, aunque también hay algunas mujeres; pueden o no ser guapos, pero es más probable que lo sean en cierta medida; en general son o parecen cultos y algunos incluso son académicos; muchos son abiertamente de derecha, otros se consideran a sí mismos simplemente liberales. Todos se comunican con su público en español, o castellano, o como queramos referirnos a esta lengua que nos une. Son en verdad polemistas del siglo veintiuno, aunque se hayan ganado el mote de monetizadores de odio. Quizás se lo merezcan. ¿Cómo saberlo en estos tiempos de ideas revueltas?
Ya alguna vez había hablado de esta tendencia, que hoy tiene visos de movimiento, a juzgar por la cantidad de creadores de contenido y seguidores en ambos lados del mundo en español. Se autodenominan liberales pero parecen muy conservadores, según se mire. Sí, hay muchos puntos en que liberales, en el sentido político, y conservadores coinciden. Especialmente uno: en general ambas tendencias son poco amigables –por decir lo menos– con las ideas progre.
Tengo que admitir que soy seguidora de muchos de estos guapos, divertidos e inteligentes polemistas (como no uso lenguaje inclusivo, nótese que aquí también las incluyo a ellas). No solo por su tendencia antiprogre, sino porque además me instruyen en el estado del arte de la polémica en español. Para comenzar, me anima el hecho de que exista esta corriente liberal y además que sus seguidores estén listos para entablar un debate de ideas.
Su contenido parece pivotar en torno a la crítica a las políticas de la izquierda española y latinoamericana, el lobby de la extrema izquierda internacional, las políticas de género que en la práctica se han convertido en discriminatorias, el feminismo misándrico que a la misma vez ignora la posición desventajosa de la mujer en ciertos países, el falso ecologismo de los gobiernos de izquierda, y de vez en cuando también las ideas provida. En los últimos tiempos, especialmente los españoles y argentinos, se han dedicado a entablar polémicas con militantes y tiktokeras feministas.
Aparentemente el asunto de género es uno de los temas más urgentes, no solo de la primermundista España, sino también del otro lado. Tanto, como para que una joven mexicana se echara a llorar en plena clase virtual porque un compañero la llamó compañera y no compañere,como había pedido que hicieran, y los youtuberos le dedicaran masivamente innumerables videos. Así, de lejos, a través de una pantalla, veo cómo mi lengua materna muta. No me produce ninguna angustia. Al contrario, me da la libertad de escoger qué lenguaje quiero usar y cuán inclusiva quiero o puedo llegar a ser
Es un asunto fascinante, porque tiene que ver con una lengua y una cultura que para mí ahora forman un bloque. A pesar de los localismos, de las claras diferencias entre un país y otro, hay asimismo una indiscutible cercanía cultural. Y sobre todo los une un idioma en que se entienden más de 500 millones de personas. Internet también ha popularizado un vocabulario compuesto de vocablos de aquí y allá, como funar, escrachar, machirulo, que ahora son usados indistintamente por españoles e hispanoamericanos. También he notado el uso de vocablos que antes eran locales, como pana para referirse a amigos cercanos.
En fin, lo más importante de este recuento es reseñar la aparición de una especie de movimiento liberal milenial en español, que une a creadores de contenido de España e Hispanoamérica, y la frecuente colaboración entre ellos, que es realmente lo que más me llama la atención. Y sobre todo, celebrar esta suerte de resistencia simbólica a la toma de nuestros países por los movimientos más retardatarios de la izquierda.
Por supuesto, hay puntos en los cuales no concuerdo, especialmente cuando se llega muy cerca de la vuelta atrás en el respeto a las diferencias y a ciertas minorías, que de hecho casi han dejado de serlo, pero aun así habría que respetarlas, como la comunidad LGBTQ. Sin embargo, cuando volteo hacia el discurso progre no puedo más que entender que un discurso extremo solo puede ser neutralizado con posiciones firmes.
¿Son machirulos, potenciales acosadores, o son representantes de una manera de ver el mundo que busca la libertad individual y en cierta medida la preservación de valores que ahora consideramos caducos? ¿Son una nueva especie de conservadores liberales o liberales conservadores que pretenden proteger un estado de cosas que ya no existe, una tradición familiar que desapareció? ¿O son quijotes del siglo veintiuno, en el que ser «antisistema» se ha convertido en parte del sistema? Aquí es donde uno se da cuenta de que las palabras y las ideas pueden llegar a significar cualquier cosa dependiendo de donde estemos parados. Ser conservador en valores es hoy un acto de valentía.
Sería deseable que lográramos un balance entre respeto mutuo e ideas que se traduzcan en bienestar colectivo. Espero que podamos seguir debatiendo ideas, y más aún, que sigan apareciendo ideas para debatir.
Por Fanny Díaz
Nota: estos son solo algunos de los canales tema de este texto. Su elección es totalmente subjetiva, debido a la imposibilidad de incluirlos todos. Hay muchos otros de gran calidad que bien merecen una visita.