Fannydades ~ Blogzine mensual

Sobre lo intrascendente

Cómo distinguir un azar de un azahar (ficción 3/3)

Vuelves, te vas, vuelves de nuevo. Esta Penélope te escucha soñar. Me gusta la gente que vive al filo de los sueños. Con frecuencia no comprendo los míos y eso me hace sentir una cierta ternura por mí misma.

Lo miró de lejos entre la gente que lo saludaba. Había sobre todo mujeres, algunas bonitas y otras no tanto. Había visto su fotografía, pero de cerca parecía un poco más pálido y menos delgado. También podría haber engordado ¿por qué no? Se acercaría despacio. O mejor no. Para variar, no tenía ganas de saludar. Después de todo ella sería otra saludante. Más gente, sobre todo mujeres, se acercó a saludarlo. No querría llegar a ser famosa para que todo el mundo estuviera saludándola una y otra vez. Preguntando qué opinaba de esto o aquello. Habría que premeditar las respuestas: no sabría cuándo su interlocutor la usaría para tal o cual cosa en tal o cual ocasión. Tendría que cuidarse de decir idioteces o de salir en las mañanas sin peinarse y sin ponerse los lentes. Cualquiera podría fotografiarla en el asqueroso vestidito blanco con chaqueta azul que usaba algunos días por la mañana para comprar la prensa.

Era inevitable. En algún momento tendría que acercarse para no tener que vivir los próximos años reprochándose el no haber disfrutado de cerca la sonrisa de aquel hombre perfecto sólo por huir del ridículo de hacer lo que todas. De nuevo volvía lo del príncipe. Todos somos iguales. En el fondo estamos esperando nuestro príncipe o nuestra princesa. ¿Y si no llega? ¿Preferible quedarse solo? No, no sé qué cara tiene mi príncipe. ¿Cómo reconocerlo entonces? Tampoco sé de qué color es. Si tiene dientes perfectos y un Ferrari rojo como el de Rubirosa o si por el contrario camina aladamente hacia el metro. Sólo sé que cuando lo encuentre cruzaremos nuestras miradas y sabremos que ambos estamos destinados desde siempre.

¿Y sería necesario ser perfecta? Si uno supiera el futuro no haría tonterías. Si pudiera cuidarse para que cuando el príncipe apareciera no hubiera nada de lo cual avergonzarse. Pero nunca se sabe lo que vendrá. ¿Cómo saber que dentro de veinte años querré ser presidenta y algún viejo testigo descubrirá públicamente las historias que se han guardado con celo tantos años? Nada ganaría con aclarar que aquello había dolido mucho y que lo importante es el esfuerzo que he hecho durante muchos años por ser buena. No lo comprenderían.

Iba vestido de gris y corbata vinotinto con rayas azules. Seguro que estudió en un colegio salesiano, sacó las mejores calificaciones y no le dio dolores de cabeza a su madre hasta que decidió “ir tras la historia”. A lo mejor ni siquiera lo decidió. Estaba escrito así. Otro montón de mujeres volvían a saludarlo y algunas señoras acompañadas de sus esposos se acercaban con deferencia. Perfectas las medias con la corbata y los zapatos ingleses. Perfecta la mano alargándose hacia la señora vestida de azul con moñito discreto y chaqueta en juego con la carterita de mano y los zapatos pump. Perfecto el paso hacia atrás cuando la jovencita se le acercó demasiado con un trago de ginebra. Perfecto el pelo no tan corto para no pasar por muy conservador. Perfectos los bigotes para no pasar por transculturado yuppie. Me lo imagino por las noches comiendo pollo perfectamente asado con vainitas perfectamente cocidas. O a lo mejor ni come. Es verdad que después de eso tuve que ir por meses a terapia y prometerle a mi madre que no me mudaría sola para no correr riesgos. Desde ese tiempo me aficioné a caminar por barrios desconocidos aunque sólo hablara con personas de “buen aspecto”. Algunas noches tenía miedo a los tubos de vitamina B recorriéndome las venas y a la cara de indiferencia de los médicos. Cuando mi príncipe aparezca no pienso contarle de esto. No será necesario. Pudiera inventarme una nueva historia.

Seguro que ni siquiera vio Átame. Perfectas las delicadas uñas. Ahora había que escuchar cierta música para no pasar por endofóbico. Perfectos los pasos de merengue. Ni muy sueltos para no parecer un vago rumbero ni torpes para no parecer fuera de onda. Lo mejor era la canción final. Cuando los dos ­­–el novio y la hermana– comienzan a cantar. Hasta ahora, después de tantos años, no me había fijado en la canción. Estuve retrocediéndola hasta aprendérmela. “Resistiré para seguir viviendo… soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie…”. No será necesario inventar una nueva historia si encuentras un príncipe como Ricky. Nunca pensé en un príncipe chino. ¿Por qué no? Esperando con una taza de té de jazmín a su princesa. Perfecta las maneras al desembarazarse de sus fanáticas. Perfectos y seguros los pasos hacia la puerta. Si el azar no pone el momento para que los príncipes se encuentren entonces no existe el azar. Si tiene pétalos y huele –especialmente de noche–, es un azahar.

Por Fanny Díaz

Anuncio publicitario

2 comentarios el “Cómo distinguir un azar de un azahar (ficción 3/3)

  1. Oswaldo Salvat Garcia
    junio 21, 2021

    Hola nenita! Me encantó como siempre. Con el plus de encontrarme una narradora nueva. Musicalidad en el discurso. Cada vez mas literario. Te deseo siempre éxitos y alegrías. Ten mucha felicidad querida Fanny!

    • Fanny Díaz
      junio 21, 2021

      ¡Gracias mi querido amigo y lector! Tus palabras me animan mucho porque sé que no son complacientes. ¡Amén! Deseo sobre todo alegrías. Tu visita siempre es una alegría.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Información

Esta entrada fue publicada en mayo 31, 2021 por en Ficción y etiquetada con , , .
A %d blogueros les gusta esto: