A la recordada Omaha, the cat dancer
Al caer la tarde ella comienza a arreglar con gran cuidado las “cosas de trabajo”. Su novio suele decir que no debería preocuparse tanto, total, sus utensilios de trabajo “podrían caber en un vaso”. Lo que él ni nadie entiende es lo importante que son los detalles para que todo quede bien. Casi nada de lo que se ve ahí es producto de la suerte, todo está ensayado, sino milimétricamente, al menos bastante más de lo que la mayoría imagina.
Ella sabe que “Heidi, la garota sensacional” no durará para siempre, pero mientras tanto su sonrisa de cada noche –que solo desaparece ante la eventual impertinencia de un espectador– es una de esas cosas a las que no se renuncia tan fácilmente. Adrenalina pura, empleo estable, abono diario para el ego.
No es un trabajo fácil, como cualquiera podría creer. Horas de ensayo de coreografías y con cierta frecuencia dietas para luchar contra la rebeldía de esa figura caribeña conforman sus no tan glamorosos días. Debe, además, estar pendiente de las innumerables tentaciones que pueden esconderse detrás de un llamado a escena especial o una propina jugosa puesta con aparente descuido en el diminuto bikini. Bailar es, y es probable que siga siéndolo por mucho tiempo, el centro de su vida. Siempre soñó con los aplausos, y aunque sabe que no todas llegarán a subirse a un gran escenario, esas noches de samba no son un sustituto mediocre sino una manera honesta de ganarse la vida con lo que más le gusta en este mundo.
No se confunda nadie con las ropas y el ritmo, no está disponible. Tampoco guarden rencor porque en una noche pueda ganarse divertidamente lo que a su hermana secretaria le toma al menos dos semanas. Después de todo, estar expuesta tiene sus riesgos, y algunas veces sus costos. No tiene caso contar aquí las innumerables historias de babosos que ha tenido que poner en su lugar a la salida de un show y mucho menos las escenas de celos y abandonos cuando un príncipe azul descubre lo que hace por las noches y la razón por la cual siempre puede pagar a tiempo sus tarjetas de crédito. Sí, el ritmo tiene sus costos, la sonrisa de Heidi no siempre es tan sincera como parece, pero los aplausos y ganarse la vida haciendo lo que más le gusta son buenas recompensas.
Gracias gracias… En todo el universo no hay mejor sonido que un clap clap… que no pare la música.
Por Fanny Díaz
Todos, alguna vez, admiramos a alguien como Heidi. Piernas de diamante, cursivo cuerpo cósmico, luna en período de sexo. Bravo por estos almíbares. El relato atrapa. Se nota tu disciplina en escrutar emociones. Lo disfruté.
Estimado Filiberto, ¡cuánto tiempo sin saber de usted, querido lector! Viniendo de ti esas palabras son casi un premio de literatura. Me alegro que te guste este estilo, parecido a lo que solía escribir antes. Ahora me cuesta escribir así, ¡ojalá saliera con más frecuencia! Gracias por la visita.
Hi! My beauty. I enjoy this very much. Love and kisses.
Thanks, dear! Como siempre, gracias por la visita y la generosidad.