Todo aquel nacido de mujer lleva sobre sus hombros
a sus padres. No sobre sus hombros. En su interior.
Durante toda su vida debe llevarlos, a ellos y a todo
su cortejo, a sus padres, a los padres de sus padres,
una muñeca rusa preñada hasta la última generación.
Vaya a donde vaya lleva padres en sus entrañas cuando
se acuesta lleva padres en sus entrañas cuando se levanta
lleva padres en sus entrañas tanto si se aleja como si se queda
donde está. Noche tras noche comparte su cama
con su padre y su lecho con su madre
hasta que le llega la hora.
Amos Oz, El mismo mar
¿Quién ha sentido esta falta antes que yo con tanta crudeza? Nunca nadie… (Nunca.) Ya sé que no es verdad, pero uno siempre siente que no hay dolor mayor que el propio, porque no puede imaginar que alguien más haya podido soportar esto que sentimos.
Hay momentos en los que de repente se nos revelan cosas que nos han rondado la cabeza por años: Sinaí particulares que cada quien tiene, a su medida y a su tiempo. Al fin entiendo en la carne cuando decimos “no sea su falta” para hacer notar la ausencia de alguien que se quisiera cerca. Puede recordar la frase “me hace falta”, pero está lejos. Falta es uno de los tantos eufemismos que usa la jaquetía para nombrar –o más bien evitar nombrar– la muerte. Descansar es otro. Alguien que descansó es un descansado. Jamás te referirás a este por la causa de su ausencia. Hablarás de la “descansada de mi madre”, “el rey mío el descansado”. Nunca un descansado es un mesquín (‘pobrecito’), los únicos mesquines somos nosotros, que nos hemos quedado aquí para sufrir la ausencia.
Mi madre faltó hace ya mucho. Hace tanto, que casi se me ha desvanecido: sé que carecer de recuerdos puede ser la mayor falta. La veo sentarse a pasar la tarde luego de bañarse y arreglarse con esmero, como para una cita. Es una hilacha de memoria que conservo intacta, además de la foto en el parque. Al fondo unos muchachos la miran con admiración. Los dedos impecables agarran una carterita que parece no contener nada. A veces, cuando la veo tan lozana, me pregunto si hay mayor privilegio que descansar joven.
Pero de hoy en adelante también falta él. La falta de uno me recuerda la falta del otro y la ausencia los trae a los dos. Alguien dijo que solo puedes sentir la orfandad cuando ya no está ninguno. Por momentos eres un ser desnudo de historia. Todo desaparece ante el cuerpo exangüe de alguien que amaste aun antes que a ti mismo. O más bien, aquel que te hizo entender el amor propio a través del suyo.
Ahora es preciso recordar para que no falten de verdad. Atesorar el retrato de tiempos mejores. Si tan solo me hubieran dado el aliento me sería suficiente, pero me dieron más, mucho más. Hay que entender con todo el cuerpo que la muerte es un inevitable recodo de la vida. Si no, es imposible soportar tanta ausencia. Aquí seguirán, en la memoria, los descansados de los reyes míos.
Por Fanny Díaz
*Jaquetía: lengua hablada por los judíos del norte de Marruecos.
¡Mi linda querida! Cuánta nostalgia y melancolía en este texto. Absolutamente hermoso. Cada lector puede verse reflejado y compartir tus sentimientos…
Querido Oswaldo, gracias por este comentario. Me encanta leerte y saber que mi lector puede ponerse en mi lugar. Básicamente porque todos «llevamos padres en las entrañas». ¡Gracias por la visita! Me hace mucha ilusión.
La Haketía nunca se olvida.
Gracias Fanny, me hiciste recordar a mi padre. Y eso es bueno.
Cuanto tiempo pasó desde aquel Ashdod….
¡Hola Estrella! Qué alegría saber de ti. Sí, que sí, la jaquetía nunca se olvida. Qué bueno que este texto te recordó a tu padre. Hace mucho tiempo desde aquel Ashdod…