¿Participante de la historia o el “narrador omnisciente” de los textos de literatura? Primera o tercera persona, he aquí la cuestión. La contraposición entre estas dos perspectivas de la narración es una de las grandes discusiones de la literatura de todos los tiempos.
Alguna vez leí que Hemingway opinaba que escribir en primera persona era la manera más fácil de creer que se hace literatura. O algo así, seguramente en palabras menos severas. Aunque en su primera novela, El sol también se pone, había tomado la voz del narrador, luego se rebelaría contra el yo y asumiría la de quien todo lo sabe. Es una posición extrema la de Hemingway, pero no infrecuente.
Del otro lado de espectro encontraríamos la posición contemporánea del escritor colombiano Fernando Vallejo, provocador contumaz, quien en 2012 publicó en Twitter: “Una novela en tercera persona es lo más fácil de hacer, el camino más trillado de la literatura, pero es el camino mentiroso y está agotado”. Esto creó un interesante debate, no solo entre los lectores de Vallejo, sino también entre algunos especialistas en literatura en español.
Un seguidor de Vallejo respondió que a la mayoría le gusta la tercera persona porque el yo resuena en lo más profundo de quien lee, y para enfrentarse a ese eco hay que tener valor. Suena interesante como respuesta. Sobre todo si hablamos del escritor y el lector contemporáneos: gente que pasa horas ensimismada en espacios sociales como Facebook, Instagram o Twitter. No por casualidad la discusión se da a partir de un tuit.
Lo que Vallejo parece querer decir es que la literatura debería explorar el yo; que el autor que decide no mostrar en su escritura ese descubrimiento, y en su lugar alejarse y ponerse en posición de observador en la tercera persona, no escribe ficción sino mentira. Impostura.
Pero escribir en primera persona no siempre es escribir sobre el yo. O también podría escribirse del yo desde la perspectiva del otro, alejándose. Después de todo, se dice que la literatura, sin importar la persona del narrador, es siempre autobiográfica.
La literatura japonesa ha acotado un término para un tipo de literatura que explora ese universo íntimo: watashi, que es también uno de los vocablos utilizados para la primera persona en japonés. No toda la literatura en primera persona es watashi, pero toda literatura watashi es en primera persona.
La literatura en español en general ha dado un lugar preponderante al uso de la tercera persona. Nuestra gran novela, Don Quijote de La Mancha, está escrita en tercera persona, aunque explora el universo íntimo del personaje principal. En la última década se ha agregado a este panorama lo que se ha dado en llamar autoficción, término acuñado por el escritor y crítico literario francés Serge Doubrovsky en 1977.
No son autobiografías, no son diarios, no son memorias, no son actas notariales, no son biografías, no son ensayos novelados, no son novelas puras donde todo es imaginación. Pero también son todo eso. Es literatura. Son novelas, insiste Javier Marías, “porque ella lo asimila todo”.
No vamos aquí a enfrascarnos en la polémica ni a tomar partido por una u otra voz. Estamos aquí para indagar a través de la lectura. Proponemos explorar cómo cada autor se aproxima a la primera persona, qué tipo de primera persona nos presenta, cómo la primera persona puede también ser una máscara, un subterfugio para confundir al lector. Cómo, al fin y al cabo, el narrador puede ser un medio o un fin en sí mismo. O ambos.
Fanny Díaz