No ser devorado es el propósito secreto de toda una vida.
La mujer más pequeña del mundo, Clarice Lispector
Pasamos buena parte de nuestras vidas buscando ser queridos, o por lo menos aceptados. Si sucede que te quieren “tal como eres”, magnífico; si no, hay que hacer un esfuercito, dependiendo del grado de necesidad de cada quien. Hasta en esto unos somos más iguales que otros.
Ser querido y ser uno mismo serían estados de gracia que idealmente deberían ir juntos, pero el primero depende mucho de los ojos del otro y el segundo es siempre un proyecto en desarrollo. Al menos para cierta gente que, como yo, ha decidido no acomodarse en la vida.
Alguien que me conoce desde hace mucho tiempo dice que he dejado de “ser yo misma” para que más gente me quiera. Dice, por ejemplo, que poco a poco he dejado de vestirme de negro para atraer a los niños y a los cándidos. Que la frecuencia de mi sonrisa levanta sospechas, que doy demasiadas limosnas en la calle y los viejitos me saludan con más cariño del “promedio”. Dice que por ese camino pronto lograré el cometido de cualquier miserable vida: ser querido por la mayor cantidad posible de congéneres, pero “¿a qué precio?”. Como remedio me aconseja “sé tú misma”.
Según esto, uno de los secretos para estar contento con la vida es nunca dejar de ser uno mismo. Pero la mayoría de la gente va cambiando a lo largo del tiempo, porque así somos, seres vivos en constante transformación. Hay, por supuesto, la creencia de que en el fondo uno nunca cambia, que hay una esencia que permanece. ¿Quién puede saberlo?
Yo, francamente, no veo que haya otra manera de vivir que ir siendo, o más bien estando. En vano buscaríamos no ser lo que somos o ser lo que no somos. Extraña paradoja del ser tú mismo: ¿no eres más tú mismo cuando decides no serlo? Y en cualquier caso, ¿quién puede decir cuándo y cómo eres tú mismo? Como dijo aquel personaje de Almodóvar frente a una asombrada audiencia: “Se es más auténtico cuanto más te pareces a como te has soñado”. No nos es dado sino vivir la vida que nos toca, es decir, ser uno mismo en mayor o menor medida. Solo que algunos hemos elegido dejarnos ser, aceptar que somos un sitio en construcción.
Fanny Díaz
Ilustración: Roland Ramírez