Fannydades ~ Blogzine mensual

Sobre lo intrascendente

No somos ángeles…

FannydadesSuele suceder que cuando uno dice que no le interesa lo sórdido, la gente pone cara de no entender. Es difícil comprender por qué alguien asume de antemano que otro siente el más mínimo interés en regodearse en el lado sombrío de la vida. Ya sé que la mayoría tendemos a sentirnos atraídos por lo escabroso, pero una cosa es sentir curiosidad y otra dejarse llevar.
Siempre pensé que ese coqueteo con la sordidez era una tendencia latinoamericana, dada nuestra pasión por el drama y la gravedad. Ahora sospecho que es una condición humana, o al menos así se presenta. Imposible no detenerse a espiar esa pareja que discute sin disimulo en plena calle. No es mi problema, me digo, pero me quedo allí de mirona. Secretamente aspiro a ser espectadora del desenlace.

Reviso a mi alrededor y descubro que casi todos nos hemos detenido a husmear en el conflicto ajeno. Eso no es sordidez, me dice una vocecita interior inclinada a la autoindulgencia. Quizás no lo sea en su máxima expresión, pero con seguridad hay cosas más edificantes que convertirse en espectador voluntario de las caídas ajenas.

Tal vez sea solo eso: un asunto de mirada, tan acostumbrados como estamos a convertir todo en un espectáculo. Y así vamos. Atraídos por lo sombrío, pero también por lo grandioso. No es casual que en tantas lenguas se haya hecho popular la palabra ‘espectacular’. Necesitamos un gran desenlace. Si no detiene el tráfico, no es digno de ser siquiera comentado. Como en la prensa amarillista, el escándalo vende más.

Solo quiero creer que esta tendencia a la grandilocuencia y al mismo tiempo a lo nimio es apenas una parte de nuestra condición humana. No somos ángeles. Cuando mucho, aprendices de la vida.

Vivir es un ejercicio constante de evolucionar, lo que para mí implica básicamente tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos. O si se me da permiso para ser intensa, de buscar el lado luminoso. Esto no implica que demos la espalda a nuestra tendencia a lo oscuro; a lo máximo, que exploremos los tantos matices que hay en cada uno. Lo que a ratos me resulta terrible es esa constante insistencia en un solo tono de la paleta.

Tengo la impresión de que uno de los aspectos más arduos de “crecer” es aprender a moverse con desenvoltura en la multiplicidad que somos. Pero si alguna vez fuera inevitable tomar partido, no dudaría en tomarlo por el lado luminoso, aunque solo sea como ejercicio intelectual. No es posible avanzar mucho si se va totalmente a oscuras. Como Oscar Wilde, creo que “Uno debería simpatizar con la alegría, la belleza, el color de la vida –cuanto menos se hable de los dolores de la vida, mejor”.

Es precisamente la escogencia voluntaria de hurgar en las sombras ajenas y propias lo que me desagrada. Por supuesto me desagrada también que la gente proyecte en mí sus sombras, en particular aquellos que suelen guardarse para sí las alegrías.

A veces se me ocurre que no hay puente posible entre esa gente y yo, en particular en esas ocasiones en que me miran como si de pronto me hubiera convertido en la encarnación de Fresita y Sarah Key. Pobre de mí que pugna por imitar a los ángeles. Pero sé que un requisito para vivir en sociedad es darle oportunidad a las sombras, las luces, las penumbras que hay en cada uno de nosotros. Una vez más recuerdo que ser humano es ante todo aceptar que somos muchos para ser uno. No en vano se ha dicho siempre que la historia es una crónica de las dualidades humanas.

Porque solo esa mixtura, ese estallido de emociones contradictorias, podrá dar cuenta del complejo y misterioso territorio que es el alma humana, y mal podremos ignorar alguna de sus tonalidades.

Fanny Díaz

Ilustración:
Claudia Leal

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Esta entrada fue publicada en agosto 11, 2013 por en Popfilosofía salvaje y etiquetada con , , , .
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